Por Lorena Carreño*
Cuando hablamos de vinos que van del dulce al seco, que son amables al paladar, tintos rosados, espumosos o de aguja y sin complicaciones, hablamos sin duda del Lambrusco, del latin “labrum” que significa limitar y de “ruscum” que hace referencia al crecimiento espontáneo de estas vides en las zonas de cultivo. El Lambrusco es un vino que procede de la uva del mismo nombre y sin duda es de los caldos italianos más famosos fuera de Italia.
La zona más antigua de elaboración del Lambrusco es Módena y seguramente la más famosa. La historia del Lambrusco es centenaria, el vino espumoso de la antigüedad conocido como Aigleucos, era hecho con bayas lambruscas, después se dejaba descansar, el mosto dulce sellado se sumergía en agua fría para detener la fermentación y antes de consumirlo era puesto al calor de manera que el jugo comenzaba a fermentar forzando al gas ácido carbónico -que no se podía dispersar- a mezclarse con el vino para volverlo espumoso. La técnica de elaboración ha ido evolucionando con los años, y esto que un principio era similar al champagne con una segunda fermentación en botella, se transforma en el método Charmat-Martinotti desde hace más de 50 años, consistiendo principalmente en una primera fermentación para producir el alcohol, una segunda fermentación en un gran depósito para la generación de las típicas burbujas y posteriormente. un embotellamiento a presión.
Las regiones de un fresco y espumoso Lambrusco son Emilia-Romagna y Lombardía; específicamente Módena, un territorio histórico del tinto de aguja y conocida por su Lambrusco di Sorbara famoso por su característico perfume; el Lambrusco Salamino di Santa Croce es la variedad de mayor cultivo y el Lambruso Grasparossa di Castelvetro. Otras provincias italianas que elaboran este vino son Parma, Reggio nell´Emilia y Mantua.
Para vinificar un Lambrusco se usa la refermentación del mosto con la finalidad de obtener la espuma, se utilizando mostos concentrados de uvas adecuadas para su producción. Es el único método autorizado no permite añadir anhídrido carbónico que no derive de un procedimiento de refermentación natural. Al obtener el vino frisante, éste se enfría, se filtra y se envía al embotellamiento isobárico.
Si nos referimos a sus características organolépticas, los Lambruscos en vista mantienen colores que van de los rojos a los rosados, en nariz mantienen los olores florales y frutales, y en boca presentan una acidez muy discreta con graduación alcohólica moderada que van de los 10 a 11 grados de alcohol volumen. El Lambrusco es un vino suave, fácil de beber, mejor si se toma frío y si se marida con pizzas.
*Lorena Carreño es periodista, especialista en RP y sommelier profesional puede contactarla lcarreno@laexperienciadelvino.com.mx