Por Lorena Carreño Una copa delgada alta, sudando de fría frente un mousse de mamey con chocolate amargo, un vino color rojizo, casi rosado, transparente, brillante, delicado… Es el famoso Ice Wine un milagro del frío y de las uvas congeladas de los viñedos de Alemania, Austria o Canadá, principales países productores. La historia nos dice que nació en Franconia allá por el 1794 en el siglo XVIII como una gran parte de los descubrimientos del mundo vinícola por casualidad, y fue la bodega Schloss Johannisberg en el Rheingau hasta 1858 la responsable de hacer el primero a conciencia. Su placer radica en la frescura, en su alto contenido dulce y sabor a pasas, su olor casi a mermelada, su cuerpo espeso, licoroso, sus sabores a ciruelas y miel. Ideal para acompañar un pecorino u otros quesos curados, un buen parmesano quizá; o tal…