C. SOMALO
No se extrañen. Vendemos vino. Llevamos más de una década vendiendo vino porque, nos guste o no, es lo que más nos identifica en el universo turístico. Pero La Rioja es, también, cierto, mucho más que viñas, uvas, bodegas y vino aunque todo o casi todo gire en torno a la bebida de los dioses.
El vino ha sido el gran referente publicitario en las campañas de promoción realizadas en los últimos diez años. Y casi siempre con perfiles muy similares o parecidos y desde una perspectiva sacada de manuales de estudio sobre la demanda turística. Dos, tres días, los puentes y con el vino como principal locomotora de tracción, seguido de la gastronomía y la Naturaleza.
Casi todos los reclamos, como puede apreciarse en la cartelería que ilustra este reportaje, han girado en torno al vino. Apenas diez años atrás vendíamos vino y poco más. Ni siquiera los paisajes vitivinícolas de otoño, un espectáculo incomparable, estaban en el imaginario turístico. Y, por supuesto, poco o casi nada de los dos tercios del territorio regional integrado por montañas con una diversidad asombrosa para el tamaño de nuestro territorio.
La Rioja ha sido ‘La tierra con nombre de vino’, quizás el más feliz de todos cuantos se han ideado hasta la fecha, lema que ha servido como referente y soporte de otras campañas sucesivas.
De ahí hasta la campaña más reciente ,’Viajar a la riojana’, amparada bajo el paraguas de ‘La Rioja Apetece’ con referente global, hemos reincidido casi siempre en una temática parecida. Vino y viñas porque ‘La Rioja Apetece’, con la pretensión del fin de semana o el puente como objetivo para fidelizar a una clientela y con el ánimo de que vuelvan a repetir.
En ‘La tierra con nombre de vino’ ‘Viajar a la riojana es ir de vacaciones y no sentirse un turista’. Ya saben por qué. Son hábitos riojanos. Disfrutamos enseñando lo nuestro como si fuéramos los mejores guías de la campaña turística. Aquí se hace verdad lo que la publicidad pretende vender como mensaje.
La imagen de todas las campañas, como se puede apreciar en anuncios y cartelería, parece haberse olvidado del otoño mágico que disfrutamos todos los años. Casi todo se ha ideado sobre verdes de primavera avanzada que podrían identificarse con cualquier otro lugar del mundo vitivinícola. Y también algún castillo o alguna torre de iglesia o monacal. Y poco más.
El colorido de las cuatro estaciones, la luminosidad, la biodiversidad de paisajes en un territorio tan pequeño, la proximidad de todos los recorridos para pasar de los dos tercios de montaña al valle y a bodegas con calados centenarios y monumentos con referentes históricos y/o artísticos, por poner algunos ejemplos, no han sido captados ni recogidos en las campañas de promoción realizadas.
La Rioja se mueve en las distancias cortas tanto en el carácter para ‘Viajar a la riojana’, como se ha hecho siempre con los amigos y conocidos, como con el paisaje del que formamos parte.
Biodiversidad
La Rioja no es un paisaje de viñas uniforme. Es la tierra de los mil vinos por los diferentes microclimas que nos bendicen. Dos tercios del territorio, dos nada menos, están ocupados por espacios de monte y bosque, que hoy gozan de una salud espléndida y de una biodiversidad de enorme riqueza y tal vez sin parangón en nuestro país teniendo en cuenta una superficie tan pequeña.
Y lo más importante, quizás, sin que se haya sabido aprovechar o explotar: la proximidad. Todo está al alcance de la mano. La Rioja se ha movido en las distancias cortas, en lo próximo, en lo más cercano en el tiempo, en la distancia y hasta en lo más afectivo.
La Rioja tiene sabores familiares, de los que se quedan en la memoria y es una escuela didáctica para poder disfrutar de la cultura del vino y de la montaña.