*Por Lorena Carreño
El tema del vino en México inicia con la primera plantación de vides en 1524 por Hernán Cortés, es cierto, se consideró básicamente para la evangelización en la celebración de la misa y por eso la viticultura novohispana floreció rápidamente. En 1574 cuando sacerdotes y conquistadores españoles salieron de Zacatecas a lo que hoy es Coahuila, encuentran un verdadero oasis con manantiales de agua y una gran profusión de vides silvestres. Este privilegiado valle es hoy conocido como el Valle de Parras y donde se encuentra Casa Madero, una de las bodega más antiguas del Continente Americano.
El verdadero impulso a la viticultura mexicana lo dieron el franciscano Junípero Serra y el jesuíta Eusebio Francisco Kino quienes destinaban un área especial para los viñedos en cada convento que fundaban y de los cuales surgía la producción de vino que se necesita en la región. Estos esfuerzos llegaron hasta la Baja y Alta California en donde aun se conservan los nombres de algunas misiones, las cepas “nobles” como la Cabernet Sauvignon y la Chardonnay fueron las primeras en llegar a México.
A medida que la evangelización avanzaba, también lo hacían los plantíos de vides y la producción de vino el cual era cada vez de mejor calidad. Este creciente auge tuvo repercusiones políticas que afectaron a la naciente cultura vinícola ya que la Corona española emitió un decreto en el cual prohibía el cultivo de la vid en las colonias con el propósito de proteger a los productores de vinos españoles. Fue precisamente hace poco más de 200 años con la guerra de independencia cuando dicho decreto queda sin efecto y es cuando resurge esta industria. Pero es hasta la década de los años 40 del siglo XX cuando realmente renace la producción del vino en el país.
Actualmente, el aumento en el consumo de vinos en México es una realidad, en la última década la oferta de etiquetas se ha incrementado de forma notable. El vino mexicano está en un momento de posicionamiento importante frente a un consumidor más informado, exigente y con la inquietud de aprender más. Cada vez hay más adeptos, principalmente jóvenes que buscan la expresión de la uva, el terruño y la crianza ya sea en barrica o en botella, y al carecer de denominaciones de origen se pueden explorar métodos de producción más libres e innovadores.
En nuestro país el vino que más se consume es el mexicano, pero solo representa el 30% del consumo nacional el otro 70% se conforma por caldos de otros países. En las preferencias destaca el tinto en el 65 % versus el 35% del blanco con una clara tendencia hacia los vinos monovarietales principalmente de Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Merlot, Shiraz y Carménere en cepas tintas y Viognier, Sauvignon Blanc y Chardonnay en las blancas.
Aunque en México no hay todavía una uva emblemática los esfuerzos de las casas productoras de vino con cepas particulares es de reconocerse. Tal es el caso de L.A. Cetto con variedades Nebbiolo, Syrah y Sangiovese; Casa Madero con Shiraz y Santo Tomás con Barbera y Tempranillo que han ganado medallas en las competencias internacionales de vino en distintos países al igual que los vinos de Domecq o Monte Xanic por mencionar solo a algunas bodegas.
Sea blanco, tinto, rosado o espumoso, México tiene una gran oferta que hacer al mundo, las regiones vinícolas de Baja California, Coahuila, Zacatecas, Querétaro y Aguascalientes ofrecen microclimas excepcionales para el cultivo de la vid. La industria vinícola nacional se conforma por una sólida infraestructura que sustenta para el consumo nacional 8.5 millones de litros al año y una exportación de casi 2 millones de litros para paladares extranjeros. Pero más allá de la región o del varietal las bodegas mexicanas ponen en alto el nombre de México en materia de vinos. Así que cuando piense en vino busque una etiqueta mexicana, puede quedar gratamente sorprendido.
Lorena Carreño es periodista, especialista en relaciones públicas y sommelier. Twitter en @LoreCarreno visite www.mezcalcarreno.com