Por Raumíez Pérez Blanco*
Me molestó lo que dijeron diversos senadores y gobernadores en la reunión de la Comisión de Fomento de la Industria Vitivinícola de la Conago que se realizó este jueves 20 de abril en las instalaciones del Senado de la República, porque están perdiendo el tiempo –como sucede con frecuencia en el Senado- y están dando atole con el dedo a los industriales pequeños y medianos de la industria con la presentación de la Iniciativa de Ley General de Fomento a las Industria Vitivinícola.
El meollo de la cuestión es que la iniciativa de la Conago no toca los impuestos, el 26% de IEPS y 16% de IVA, con el que actualmente se grava a los vinos de mesa de producción nacional, igual que se impone a los vinos importados.
La realidad que pretenden modificar los productores nacionales es que el 70% del consumo nacional de vinos es de marcas importadas y 30% de nacionales. La demanda nacional del producto está creciendo a dos dígitos anuales y la proporción de importados y nacionales se mantiene.
“México es un país relativamente “chico” en cuanto al consumo de vino, ya que nuestro consumo anual per cápita se encuentra cercano a los 750ml, mientras que otros países o Estados como el Vaticano, se consumen cerca de los 60 litros por persona; y en Argentina, España, Francia o Italia, el consumo oscila entre los 20 a 45 litros per cápita. Aun así el consumo total de vino en México está cerca de las 130 millones de botellas de 750 ml”, según un texto de la revista Merca 2.0, publicado en octubre del año pasado.
Gracias al potencial de la demanda nacional, estamos en posibilidad de convertir a la industria nacional de vino en una gran negocio, pero con simulación no se llegará a ningún lado.
Supongamos que la iniciativa pasa, que se convierte en ley y esto da origen a programas de fomento, donde todo el andamiaje burocrático se pone en movimiento, pero ¿dónde estará el dinero de los programas públicos?, si en 2017 y 2018 apenas lograremos el equilibrio fiscal necesario para seguir con el grado de inversión que tiene el país.
En estas condiciones, el esfuerzo o show de hoy podría tener frutos en 2019 o principios de 2020 con una partida presupuestal etiquetada para el vino y a cargo de Sagarpa. Esto parece que en México estamos cantando la Traviata mientras que en Chile y España asisten a conciertos de rock multitudinarios, donde el vino es la estrella.
Los vinos de España y de Italia, por poner dos ejemplos, reciben de su gobierno presupuestos importantes para promoción mundial y en México no se hace esto.
¿Por qué las marcas chilenas, españolas y ahora las argentinas son líderes en el consumo de vino en México? ¿Por qué L.A. Cetto es la única marca mexicana que tiene peso significativo? ¿Las demás nacionales no pintan?
Es muy sencillo: se requiere tradición para elaborar buenos vinos, inversiones y tecnología para hacerlos llegar al consumidor a precios bajos y competitivos y, sobre todo, inversiones en el canal de distribución.
Esto es, talento, procesos e inversiones, todo lo demás son cuentos chinos. Los gobernadores y su Conago, más papistas que el Papa, no quisieran tocar el punto de los impuestos y lo han dejado para otro momento porque saben que de hacerlo abrirían la puerta a otras industrias como la de mezcal, donde es más notoria la traba fiscal que impide el desarrollo.
En este caso, el ejemplo es ilustrativo, ¿cómo puede competir el productor de mezcal artesanal con 5 mil litros mensuales con un Don Julio, que produce millones de litros con el mismo precio en el anaquel de un supermercado? La tecnología y las escalas de producción son determinantes, además de las inversiones en publicidad. Pero ambas botellas pagan los mismos impuestos. Esto es injusticia fiscal.
¿Qué pasaría si bajamos el impuesto a la mitad y subimos dos veces el consumo de vino de mesa y mezcal? La recaudación de los impuestos por estos conceptos se mantendría y quizá tendríamos menos cirrosis, menos alcohólicos y quizá saquemos del mercado al Tonayan, la bebida alcohólica más dañina y más barata, para el beneficio del “pelotón de la muerte”.
Le recuerdo que una copa de vino de mesa al día es benéfica para la salud y el mezcal tienen menos alcoholes pesados que el whisky, ron, brandy, vodka y tequila.
*Raumiez Pérez Blanco cuenta con amplia experiencia en el periodismo de negocios. Colaboró en Excélsior y es editor del boletín financiero Bull&Bear.