Fernanda Gutiérrez
El consumo en el mercado del vino mexicano ha mantenido en los últimos 10 años un crecimiento constante cercano al 12 % anual, una cifra significativa que se espera siga creciendo. Hoy en día, contamos con una mayor oferta en una gama variada de precios y estilos, además de buena aceptación y consumo por parte del público joven.
Nuestro país tiene una historia vitivinícola reciente y muy joven, aunque si consideramos que la primera vinícola de América se estableció en territorio mexicano hace 418 años en el valle de Parras, en Coahuila, parecería que llevamos más de cuatro siglos haciendo esta maravillosa bebida.
Sin embargo, la realidad es completamente diferente. El vino mexicano ha tenido sus altas y bajas en cuanto a producción, ya que nuestro país ha pasado por varias crisis, incluyendo la Revolución y la guerra de Independencia, así como una serie de medidas gubernamentales que han frenado su desarrollo.
La realidad es que hasta mediados del siglo pasado se empezó a producir una mayor cantidad de vino, que en su mayoría estaba centrado en el volumen ya que buscaba satisfacer una necesidad de adquirir este producto a un precio competitivo y accesible.
Así fue como empezaron a fundarse las primeras empresas vitivinícolas del país, con un crecimiento relativamente rápido, pues había gran interés de los productores por expandir el mercado y satisfacer el consumo local. De esta forma, también se empezó a atraer la atención de extranjeros que llegaron (principalmente al valle de Guadalupe) para invertir en este sector.
Sin embargo, el desarrollo nacional y la estructura sólida que empezaba a tener México, así como las corrientes que la globalización marcaba en el tema comercial, hicieron que después de un largo proceso, el gobierno del entonces presidente Miguel de la Madrid, viera como una alternativa de expansión a los productos mexicanos en el mercado internacional gracias a la adhesión al GATT (General Agreement on Tariffs and Trade) en 1986.
Importaciones y exportaciones
Este cambio en la política comercial de México revolucionó la forma de comprar en nuestro país en muchos sectores, sin ser la excepción el tema del vino. Esta apertura comercial derivó en una diversificación del sector, pues se empezaron a importar vinos de diferentes partes del mundo, principalmente de Europa.
Lo que sucedía con los vinos importados es que llegaban al país a un menor precio, pues no tenían barreras arancelarias tan altas y también eran de mejor calidad. Las razones para tener ambos puntos a favor del vino importado se resumen en mayores volúmenes de producción (que por ende reducían el costo y tornaban el precio de venta más competitivo), y que favorecía tener productos de una calidad diferente.
No obstante, este cambio generó que varias empresas vinícolas tuvieran una crisis económica e incluso tuvieran que cerrar, lo que le generó al vino mexicano la fama de “caro” y de “mala calidad”, lo cual hoy todavía permanece como un estigma en ciertos sectores, pero los resultados que ha dado el vino mexicano empiezan a diluir esta falsa concepción.
Por ello, el lado positivo de esta situación es que la competencia, la cual nos obliga a ser mejores, o de lo contrario no seríamos atractivos para el mercado. Y precisamente esto es lo que le sucedió al vino mexicano. Aunque algunas vinícolas desaparecieron, al mismo tiempo empezaron a surgir otras bodegas interesadas en producir vinos de calidad, a la altura de cualquier vino del mundo, presentándose en lo que para mí es un gran parteaguas, y gestando así la revolución y modernización del vino mexicano de calidad.
Crecimiento y aceptación del vino mexicano
La realidad es que nuestro vino y su participación en el mercado, han mantenido en los últimos 10 años un crecimiento constante, cercano al 12 % anual, lo cual es significativo, sobre todo si tomamos en consideración que México es un país incipiente en cuanto a su consumo.
El Consejo Mexicano Vitivinícola estima que el consumo anual per cápita es de alrededor de una botella (750 ml), aunque si lo comparamos con las 26.5 botellas (19.9 l) que se consumen en países europeos como Francia, Italia, o España, que son eminentemente productores, es mínimo. Cabe destacar que de esta cifra, los vinos mexicanos tienen una participación del 25 % en cuanto a preferencia del consumidor.
Según las últimas cifras oficiales publicadas, México cuenta con 4055 hectáreas de viñedo plantado, de las cuales el 85 % (3440 hectáreas) se encuentran en producción y están ubicadas principalmente en Baja California, Chihuahua, Coahuila, Guanajuato, Aguascalientes, Querétaro y Zacatecas.
Es importante destacar que aunque hemos crecido en superficie de viñedo, todavía es pequeña, pues sólo la Denominación de Origen Rioja tiene 16 veces más hectáreas, con sus más de 63.000 ha, y esto es una de las limitantes a las que se enfrenta el vino mexicano.
Hoy en día, según cifras del Consejo Mexicano Vitivinícola, se tienen registradas 216 bodegas productoras de vino, las cuales producen 2.160.000 cajas de vino, llegando a un crecimiento del 8 % en volumen y 10 % en valor (2014). Es posible que se tengan más productores, pues tenemos que considerar que hoy en día hay un boom en el segmento de microproductores, boutique o de autor.
Vino mexicano
– Volumen total en litros 19.440.000 l
– Volumen total en cajas 2.160.000 cajas
– Valor total 3.293.400 mdp
– Consumo per cápita 0.750 litros per cápita
*Cifras del Consejo Mexicano Vitivinícola, 2014
Según las últimas estadísticas de Proméxico, cerca del 20 % de la producción de vino mexicano se exporta a 33 países. Europa es el principal mercado para nuestros vinos con una participación del 63 %, mientras que el 19 % es exportado a América, principalmente a nuestros vecinos del norte, Estados Unidos y Canadá. Por su parte, el 18 % restante está repartido en diferentes partes del mundo, principalmente en mercados emergentes como Rusia y China, que empiezan a buscar nuestros vinos.
Los grandes retos del vino mexicano
Estos retos están centrados en aumentar la producción, lo cual requiere aumentar la inversión en hectáreas plantadas, así como el rendimiento de producción; esto implica que al producir más vino, también nos permitirá tener un precio más competitivo lo cual ayudará con la relación calidad-precio, fortaleciendo su participación y posicionamiento como vino de calidad.
Asimismo, es importante que la industria vitivinícola nacional logre cierta estabilidad para tener una calidad constante y pueda conservar la lealtad de su consumidor. De la misma forma hay que poner especial atención en los “vinos de autor”, los cuales muchas veces no alcanzan la calidad que el mercado espera, lo cual va en detrimento del posicionamiento del vino mexicano en general.
El mercado mexicano del vino está en una fase de crecimiento en la que se han presentado varios cambios. La realidad es que el año pasado este segmento creció un 12 %, como ya se mencionó, y aunque actualmente la producción de vino nacional sigue siendo muy inferior al volumen de vino importado, éste va ganando presencia en el mercado, entre varias razones gracias a que hay una mayor oferta en una gama variada de precios y estilos, pero sobre todo porque ha crecido su aceptación y consumo por parte del público joven.