El término lo acuñó Carlo Petrini en 1986 en Italia, para poco después asignarse a un movimiento internacional que se contrapone a la estandarización del gusto en la gastronomía y promueve la difusión de una nueva filosofía para combinar conocimientos y placer.
En 2004, la FAO reconoció oficialmente al Slow Food como una organización sin ánimo de lucro e inició una relación de colaboración con ella. Desde ese momento el fenómeno Slow Food ha crecido hasta superar los 100.000 asociados en más de 160 países y sus objetivos se siguen ampliando más allá del simple disfrute de la comida.
Desde el principio los dirigentes de este movimiento han querido ir un paso más allá e implicarse en acciones de responsabilidad social y concientización, y han promovido el consumo de alimentos orgánicos. Sus esfuerzos van hacia la defensa de la biodiversidad, un consumo sostenible y responsable con los productores, y sobre todo a salvaguardar el patrimonio alimentario de la humanidad y la cultura gastronómica de cada país.
Sus grandes ejes son: 1. La defensa de la biovidersidad (salvaguardar los productos nativos defendiendo la agricultura para no destruir el medio ambiente). 2. Educación alimentaria (en todos los niveles) y 3. Construcción de redes (conexiones de productores con co-productores locales).
«De la ecogastronomía a la neogastronomía: Slow Food cree en una «nueva gastronomía» entendida como algo indisociable de la identidad y la cultura, basada en la libertad de elección, en la educación, en el enfoque multidisciplinario para vivir lo mejor posible utilizando respetuosamente los recursos disponible» Guía Slow Food 2013