Carlos Borboa
Durante décadas, compositores, cocineros y amantes de la gastronomía han sugerido que la música puede maridarse con alimentos y bebidas. De acuerdo con un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Oxford, una melodía es capaz de mejorar el gusto de cualquier vino en hasta un 15 por ciento.
Publicado en BioMed Central,el estudio, realizado por Charles Spence y Qian (Janice) Wang, demostró que los vinos pueden percibirse más robustos, suaves, refinados o jugosos dependiendo la música con que se acompañen.
Tintos de Malbec, por ejemplo, se perciben más corpulentos cuando se degustan con pesadas notas de órgano de fondo. Vinos blancos ligeros resultan aún más suaves en paladar al acompañarse con delicados acordes de arpa.
«La música tiene una clara influencia sobre la manera en que se perciben acidez, dulzor, frutalidad, astringencia y persistencia de un vino.
«La evidencia encontrada reafirma el hecho de que, por extraño que parezca, lo que escuchamos (en términos musicales específicos) realmente puede cambiar la manera en que percibimos el sabor de un vino, éso sin mencionar cuánto se disfruta la experiencia», señala el estudio.
El efecto de la música sobre un vino, que los investigadores han bautizado como condimento sónico, puede manipularse para conseguir un balance ideal, de la misma forma en que se realiza un maridaje de seguimiento.
«Uno puede utilizar música dulce para contrarrestar la tanicidad de un vino de Rioja joven con paso por barrica.
«Un Sauvignon Blanc puede percibirse aún más ácido cuando se escucha Jardins sous la pluie, tercera pieza de Estampes de Claude Debussy. Por el contrario, un Malbec resulta mucho más frutal cuando se acompaña con Vocalise de Sergei Rachmaninoff», describe el estudio.
Pero no sólo de piezas clásicas se trata. Los investigadores han recopilado series de melodías, recomendadas por expertos de todo el mundo, capaces de armonizar al punto con piezas de rock, new age y hasta pop.
Vinos de Cabernet Sauvignon con gran tipicidad, por ejemplo, son sugeridos con People are Strange (The Doors, 1967) y la cantata Carmina Burana (Carl Orff, 1935-1936). Caldos de Syrah potencian sus aromas y sabores con Nessun Dorma, aria de la ópera Turandot (Giacomo Puccin, 1926), y Orinoco Flow (Enya, 1988).